“¡Poblanos! Los que están allí van a morir por el pueblo, vengan a ayudarles; aquí hay armas. ¡Viva la República!”

Los que hoy son considerados héroes de la patria han quedado tan manoseados por el tiempo que sólo podemos verlos como imágenes acartonadas. Carmen Serdán, por ejemplo, siempre aparece en sus fotografías y pinturas, posando sobre un fondo neutro, con una piel clara, poco maquillaje, y una sonrisa de oreja a oreja. Pareciera que nació el 18 de noviembre de 1910, pues poco se narra de cómo llegó hasta ese momento, y aún así, nos cuesta mucho trabajo imaginarnosla corriendo por su casona de Puebla, con un fusil en la mano, falda larga de algodón grueso y la frente aperlada en sudor. Probablemente le dolían los pies por los zapatos, y las costillas por el corsé apretado, cuando se asomó por él, durante la balcón de su casa y gritó:
“¡Poblanos! Los que están allí van a morir por el pueblo, vengan a ayudarles; aquí hay armas. ¡Viva la República!”
Muchos días llevaba Carmen Serdán haciendo labor política a favor del Plan de San Luis, escrito por Francisco I. Madero, y según el cual, el pueblo debía levantarse en armas contra mi reelección indefinida y forzosa. Carmen, y sus hermanos: Aquiles y Máximo, repartieron volantes, sostuvieron reuniones políticas, juntaron armas y parque; estaban listos para levantarse en armas el 20 de noviembre… pero dos días cuatro policías al mando del coronel Miguel Cabrera, llegaron a la casa de los Serdán para efectuar un cateo. Éstos, al saber que encontrarían su botín de armas, dispararon contra Cabrera, y contra los demás policías. Uno de ellos alcanzó a huir y dar aviso al cuartel.
Ahí fue cuando Carmen Serdán sintió el miedo, pero tensó la quijada, determinada a luchar por lo que ella creía que era correcto y, saliendo a balcón, dio su famoso grito. ¿Le temblarían las manos? ¿Se le secaría la boca? ¿Qué pensaría del final? La casa de los Serdán quedó rodeada de policías, pidiendo la rendición de los rebeldes, pero estos respondieron con unos balazos.
La batalla entre los policías y los rebeldes duró cuatro horas y media. Murieron Máximo Serdán y los que se encontraban en la azotea de la casa. Aquiles fue encontrado al día siguiente durante la madrugada y murió en el lugar, pero esa es historia para otro texto, pues es por demás curiosa su forma de perder el juego de las escondidillas.
En cuanto a Carmen, fue herida en la balacera y arrestada, pero nunca perdió el orgullo ni el valor, que la caracterizó como símbolo de la Revolución Mexicana, y que no puede verse en las fotografías que hoy se difunden de ella.

A Carmen se le envió a la cárcel de La Merced y luego al hospital municipal de San Pedro. Unos años después, cuando Victoriano Huerta renunció a la presidencia que le había robado a Francisco I. Madero, alcanzó la libertad, y con el paso de los trabajó como enfermera. Siempre defendiendo su valor aquel 18 de noviembre.
Vivió sus últimos años Puebla, y murió el 28 de agosto de 1948 a los 72 años. Se ha convertido en un mito revolucionario, al que hemos despojado de toda humanidad. En este aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, habría recordarla, e imaginar que la pudo haber llevado hasta ese momento, y cómo lo vivió en favor de su causa. Se lo debemos.
Gracias no sabía que Ella había sobrevivido al ataque a su casa y si le debemos mucho a Ella y a otras mujeres
Muchas gracias por compartirnos este fragmento de historia tan importante para nuestra identidad nacional.
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